Jose Cabello Ruiz , Pintor de Amplios Registros....
La personalísima manera de entender el arte pictórico y su versatilidad estilística y técnica han hecho de José Cabello Ruiz un consumado maestro dentro del actual panorama de la pintura española contemporánea.
Sus registros plásticos – avalado por sus muchas exposiciones – es de amplia paleta cromática, con una ajustada dosificación matérica según lo requiera el argumento y, siempre, presentando con los adecuados toques lumínicos y la perfecta estructura interna.
Los motivos por los que siente especial interés, y en los que Cabello Ruiz logra una total intencionalidad, son eminentemente paisajísticos, dentro de un trabajado realismo preciosista, pudiendo así hacer revivir – con insuperable maestría – no pocos rincones de nuestros hermosos paisajes en sus vistosos lienzos.
Junto a esta naturaleza, alegre y vibrante, en la que el color es el protagonista indiscutible y en la que la sencillez argumental alcanza cotas de consumado virtuosismo, aparecen en su quehacer artístico otras producciones claramente abstractas, con lecturas de mayor profundidad intelectual.
Es aquí donde el artista se hace más intemporal, pero mucho más de nuestros días, dado el dominio que transmite al ropaje plástico que emplea como vehículo visual. Aquí, Cabello Ruiz no hace concesiones.
Se muestra con ese particular bagaje que todo artista ha debido ir adquiriendo en su trayectoria personal. Lo matérico adquiere protagonismo, los juegos volumétricos se encargan de ajustar la idea y ésta debe desentrañarla el espectador.
Incluso, en un alarde de dificultades a superar, su registro conceptual y estético se eleva y exige nuevas lecturas para degustar lo que sus pinceles han creado. Esa circunstancia se produce cuando Cabello Ruiz se adentra en el puro campo del simbolismo, recogiendo argumentos no sólo de lejanas tierras exóticas, sino también interiorizando las propias vivencias cotidianas.
Dicha exigencia viene dada por los toques expresionistas que sabe imprimir a tal temática, dentro de una ortodoxia gráfica y que, contrastando con su producción paisajística, demuestra lo evidente: la solidez y dominio que tiene de los pinceles en ese milagro que sólo el buen artista logra cuando transmuta la materia y el soporte en algo bello, en obra de arte.
Sus registros plásticos – avalado por sus muchas exposiciones – es de amplia paleta cromática, con una ajustada dosificación matérica según lo requiera el argumento y, siempre, presentando con los adecuados toques lumínicos y la perfecta estructura interna.
Los motivos por los que siente especial interés, y en los que Cabello Ruiz logra una total intencionalidad, son eminentemente paisajísticos, dentro de un trabajado realismo preciosista, pudiendo así hacer revivir – con insuperable maestría – no pocos rincones de nuestros hermosos paisajes en sus vistosos lienzos.
Junto a esta naturaleza, alegre y vibrante, en la que el color es el protagonista indiscutible y en la que la sencillez argumental alcanza cotas de consumado virtuosismo, aparecen en su quehacer artístico otras producciones claramente abstractas, con lecturas de mayor profundidad intelectual.
Es aquí donde el artista se hace más intemporal, pero mucho más de nuestros días, dado el dominio que transmite al ropaje plástico que emplea como vehículo visual. Aquí, Cabello Ruiz no hace concesiones.
Se muestra con ese particular bagaje que todo artista ha debido ir adquiriendo en su trayectoria personal. Lo matérico adquiere protagonismo, los juegos volumétricos se encargan de ajustar la idea y ésta debe desentrañarla el espectador.
Incluso, en un alarde de dificultades a superar, su registro conceptual y estético se eleva y exige nuevas lecturas para degustar lo que sus pinceles han creado. Esa circunstancia se produce cuando Cabello Ruiz se adentra en el puro campo del simbolismo, recogiendo argumentos no sólo de lejanas tierras exóticas, sino también interiorizando las propias vivencias cotidianas.
Dicha exigencia viene dada por los toques expresionistas que sabe imprimir a tal temática, dentro de una ortodoxia gráfica y que, contrastando con su producción paisajística, demuestra lo evidente: la solidez y dominio que tiene de los pinceles en ese milagro que sólo el buen artista logra cuando transmuta la materia y el soporte en algo bello, en obra de arte.
Dr. Federico Lara Peinado
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
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